Hoy se ha convertido en una parada turística fundamental y en una ventaja para el vecino pueblo de St. Rémy que asegura en los folletos que ¡aquí estuvo Van Gogh!, pero lo cierto es que cuando Vincent estuvo en asilo de Saint Paul de Mausole la pasó bastante mal.
Aunque él mismo quiso ir, aunque él mismo se tomó el tren desde Arles para internarse, se puede intuir recorriéndolo que fue un año duro para el pintor holandés, tan genial como atormentado.
Si bien su cuarto fue demolido en 1964, lo reconstruyeron tal cual era, del mismo color y con la misma vista. Los detalles se armaron gracias a lo que el pintor le contaba a su hermano Theo en las cartas. El de la foto fue el cuarto de Vincent. Allí pintó más de cien obras durante el año que pasó en el hospicio.
Además de los famosos autorretratos, ahí pintó esa famosa y bella noche estrellada que hoy está en el MoMa. «Esta mañana vi el campo desde mi ventana mucho antes del amanecer. No había nada más que la primera estrella, que se veía muy grande», le escribió a Theo.
Van Gogh llegó a St. Paul en 1889. Vino sin oreja y con una salud mental débil. Una de las formas de calmar a los locos en aquellos años era inmovilizarlos en una bañadera y tirarles desde lo alto un chorro de agua helada a mucha presión. Una hidroterapia nada placentera, pero según cuenta la historia esto los calmaba.
St Paul todavía es un hospital psiquiátrico que acepta hombres y mujeres (tiene alrededor de cien pacientes). Algunos de ellos pintan o hacen esculturas y en la tienda del museo están a la venta.
Afuera hay un campo de lavanda, pero dice la guía que en la época de Van Gogh había un campo de trigo y muchos menos árboles de los que se ven hoy.
A veces hay grupos que llegan gritando y no es raro escuchar que alguien dice que ese cuadro lo tiene en la casa. Pero en general se van rápido y el lugar queda en calma.
Está en medio del campo así que se escuchan los pájaros y se huelen los aromas silvestre de Provence. El ambiente es bastante similiar al de los tiempos de Van Gogh.