«¿La imagen de Africa que se ha forjado Europa? Hambre, niños-esqueleto, tierra tan seca que se resquebraja, chabolas llenando las ciudades, matanzas, el sida, refugiados sin techo, sin ropa, sin medicina, sin pan ni agua.
De modo que el mundo se apresura a socorrerla.
Igual que en el pasado, Africa es hoy contemplada como un objeto, como reflejo de una estrella diferente, terreno de actuaciones de colonizadores, mercaderes, misioneros, etnógrafos y toda clase de organizaciones caritativas (sólo en Etiopía hay más de ochenta).
Sin embargo, más allá de todo esto, Africa existe para sí misma y dentro de sí misma, como un continente aparte, eterno y cerrado, tierra de bosques de plátanos, de campos de mandioca, pequeños e irregulares, de selva, del inmenso Sahara, de ríos que van secándose lentamente, de florestas cada vez más ralas, de ciudades monstruosas y cada vez más enfermas; como una parte de mundo cargada con una especie de electricidad inquieta y violenta».
Ebano, Ryszard Kapuscinski