Dentro de algunas horas sonará el chupinazo, un cohete que anuncia el comienzo de una de las fiestas salvajes -y turísticas- que tiene España, los Sanfermines que sigue hasta el próximo 14 en un desmadre continuado.
Todavía faltan algunas horas para el chupinazo y recién terminó una marcha de 1500 personas de 30 países en contra de los encierros y a favor del trato ético de los animales organizada por una ONG de Estados Unidos. Igual, más allá de las tetas y los culos que se vieron, mañana empieza el show.
Fui a un San Fermín hace once años. Los imprevistos de los viajes hicieron que llegara tres minutos después del fin de la última corrida de toros.
Cuando pisé Pamplona ya había pasado todo. Daba la impresión que había pasado mucho más que un puñado de toros. Por lo menos una manada de elefantes irritados. ParecÃa el final de una rave larga. Estaba claro que entré al final de fiesta. Quedaban borrachos tirados en las calles, gringos que no dejaban de brindar con calimocho y pañuelos colorados atados al cuello. En esa época todavía no existía el premio al Guiri del Año ni el Encierrómetro donde uno puede medir su propio riesgo para la próxima corrida ni una tv online que siga el San Fermín.
Pero supongo que algunas cosas no han cambiado. Recuerdo que cuando asomaba la cabeza en los bares podía distinguir rápido al que había corrido. Tenía una mirada distinta, una euforia desaforada. Entonces me metí en varios bares y jugué a ver quién había corrido y quién no. Quién medía su valentía por esta hazaña, y quién se sentía cobarde por no haber corrido delante del toro. Mi paso por Pamplona fue así. Después de algunos días de lluvia había salido el sol, que iluminaba la resaca con luz feroz. Eso fue lo que hice en Pamplona: turismo resaca.
Si bien Viajes Libres se ocupa del turismo en primera persona, no quiero dejar a los visitantes del sitio con el olor a vómito y a pis que queda después del último día de San Fermín. En el fondo, no quiero dejarlos sin una historia de toros en primera persona. Por eso, me contacté con periodista chileno Juan Pablo Meneses, que no sólo estuvo allá sino que corrió en San Fermín y lo cuenta este mes en su columna de la revista colombiana Soho. Una vez más, Viajes Libres se adelanta y acá entrega algunos párrafos. Pronto se podría leer la nota completa aquí:
«Un bombazo anuncia que han soltado a los toros, que ya vienen hacia nosotros, entonces todos comenzamos a correr desesperadamente hacia adelante. A correr sin importar si pisamos a alguien en el camino. A salvarse quien pueda. Por momentos, esto parece una metáfora de la vida que nos quieren hacer vivir: sálvate sin importar cuántas cabezas aplastes en el camino.»
«El grito es ensordecedor. De los balcones lanzan papel picado y sobre tu cabeza cae una lluvia infinita de flashes. Las cámaras de Televisión Española despachan en directo, como todos los julio de cada año, las imágenes al mundo. Y sigues corriendo. Corres mirando hacia atrás. Corres como un ladrón de carteras del DF, como un roba collares de Bogotá, como un roba estereos de Buenos Aires. Corres de los toros. Que ya se sienten. Cada vez más cerca. Se escuchan, porque traen en el cuello unas campanitas que anuncian su presencia policial. Corres como nunca corriste en tu vida. Tus piernas corren más veloces que lo que les estás ordenando. Estás en San Fermín, los toros te pasan a pocos centímetros, el latido de tu corazón te parte la cabeza, y sientes miedo de verdad.»
«Cuando entras corriendo a la plaza de toros, te recibe un estadio lleno de gente vestida de blanco y pañuelos rojos que te aplaude a rabiar por lo que acabas de hacer. Miles de personas sentadas en las tribunas, que esperaron pacientemente la muerte de alguno de nosotros, y que ahora te lanzan vítores y disparan fotos.»
Los Sanfermines son salvajes en muchos sentidos. Entre 1980 y 2005 se hicieron 207 encierros, y hubo 190 corneados con heridas, y más de 6000 atendidos. Igual, si llegás a tiempo a Pamplona y todavía tenés ganas de correr, no dejes de leer esto y esto también.
Volviendo a mi experiencia, Pamplona fue el primer acercamiento que tuve al turismo resaca de alcance internacional. Si conocés alguno, del alcance que fuera, ¡no dejes de comentarlo!
Muy bueno el post!
Una vez estuve en Pamplona, pero én invierno. No pasaba nada en la ciudad, estaba muerta, y la gente sólo hablaba de la semana de julio en que se llena de turistas de todo el mundo.
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En junio de 1999 anduve caminando por las calles de la corrida en Pamplona. Un sitio con una atmósfera especial. Yo imaginaba al toro atrás mÃo en ese callejón y automáticamente decidà no participar nunca. Por ser tan valiente ahora estoy en Montevideo donde las Pamplonas son muy ricas pero caen pesadas como toro en brazos. Saludos
Cuando llegué a Kalga, un pueblito perdido en el bosque del Himalaya indio, pensé que estaba soñando, o que fumar tantas flores como venía haciendo estaba afectando seriamente mi capacidad perceptiva…
Lo que encontré fue surrealista: un pueblo atiborrado de viajeros-duendes de colores, vestidos con las más modernas ropas made in Manali, andando por aqui y por allÃ, sin rumbo ni objetivo… caminaban hacia el río, se tiraban bajo cualquier sombra, chicas y chicos de mirada extraviada y andar perdido, solos o en grupitos, con expresión agotada, se iban dejando caer lentamente en cualquier lado…
Era pasado el mediodía y nunca hubiera imaginado el motivo de esa reunión de zombies internacional…
Entonces y al rato, cuando logré tropezarme con alguien que no pareciera a punto de desmayarse, le pregunté simplemente, qué había sucedido, de dónde venían todos, si había caído alguna desgracia o epidemia o si se encontraban en proceso de desintoxicación o qué estaba pasando..
El simplemente me miró y me dijo: «recién llegaste? te perdiste lo mejor: una macro rave de 4 días y 3 noches en el bosque, estuvo increíble!! Ahora, si me disculpas, necesito descansar…»
Segui caminando en dirección contraria a la masa hasta que llegué al lugar de los hechos: el bosque estaba atiborrado de basura, cables, parlantes, luces, cuerpos exhaustos por doquier, hasta los habitantes locales se veÃan destruÃdos: me ofrecieron un chai con tan poca energía que me dio pena decirles que si.. levantar la tetera y servirme un té, hubiera significado demasiado esfuerzo…
Entonces observando la situación de resaca bestial (hasta los árboles parecían agotados) pensé: qué fue lo que relmente me perdí? la fiesta o sus consecuencias??
Nunca lo sabré, pero en ese momento me sentí feliz de haber llegado justo a tiempo…