Berlín es la ciudad más verde de Alemania: el 30 por ciento son parques, con bosques, lagos, ríos y canales.
Como todavía era temprano, ese domingo tomé un metro largo hasta Tempelhofer Park. Después de algunos años de polémica, el antiguo aeropuerto, usado por los nazis y luego para abastecer a Berlín occidental (puente aéreo durante el bloqueo soviético), se transformó el año pasado en un parque público de más de 300 hectáreas, mayor incluso que el Tiergarten.
Todavía está la pista, donde hoy la gente patina, anda en bici y practica carrovelismo y remonta barriletes. En el edificio del aeropuerto se hacen ferias y fiestas electrónicas. Tempelhofer es uno de los tantos espacios abiertos de Berlín. Otra pieza del pasado que no se destruye.
La propia canciller del país, Angela Merkel, declaró: “Para muchos y para mí personalmente, este aeropuerto con su memorial y es un símbolo de la historia de la ciudad”. En los grandes paneles de la entrada se leía la millonaria inversión para recuperarlo, el proyecto arquitectónico y los planes a futuro: en 2017 será sede del Festival Internacional de Jardines.
Hace más de 60 años que terminó la guerra y Berlín sigue en construcción, se reinventa con piezas de su historia.