Acordeón, guitarras y amor del Litoral

Además de tereré -mate helado- tierra roja y calor, el litoral es chamamé. Así se llama este género musical del folclore argentino. Y se baila, sí, claro. Y miren cómo.
Este video fue grabado en Coronel Du Graty, un pueblo del Chaco. Y el pedazo de tierra donde bailan era la Pista Colón, un antiguo salón de los años 60, hoy abandonado.

El tema Tus Recuerdos es un clásico de Ernesto Montiel y Julio Montes, y aquí lo interpreta la cantante correntina de hermosa voz, Gicela Méndez Ribeiro.

Marcel Czombos, pareja de la cantante, dirigió el video, y juntos filmaron la serie documental de 11 capítulos «El chamamé y sus mujeres”, que se estrenó recientemente.

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Tips infalibles para pasear con niños

María Eugenia Ludueña es periodista, madre, viajera, y en este libro -que se suma a las Guías del Club de la Upa– comparte sus experiencias en el camino y da información práctica y útil.

Cuando estaba embarazada se preguntó si con el bebé viajaría tanto como cuando eran solo ella y el marido. La respuesta la encontró en Machu Picchu con una panza de cinco meses.

Desde que Ian se sumó a los viajes hubo cambios -más planificación, confort, tiempos- pero no dejaron de moverse. Fueron a la Puna y al Sur; a Brasil en auto, las cataratas, las playas uruguayas y más.

La planificación -hacer el viaje a medida de la familia y de las demandas de cada edad-,  los preparativos, consejos de seguridad -electricidad, balcones y ventanas, cuidados a orillas del mar-, traslados en el destino, qué hacer ante una demora o imprevisto, cómo vestirse para viajar, los mejores juguetes para llevar en el viaje, cómo preparar una valija inteligente y 5 tips para hacer el bolso de mano, el libro es una herramienta útil y también incluye columnas con experiencias, consejos y anécdotas de viaje. Imperdible.

Ya está en las librerías y cuesta $65.

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Islas Caimán: el Caribe británico

El mar está a dos metros de donde aterrizó el helicóptero. Turquesa y calmo. Las aspas del vuelo anterior todavía giran y no se escucha nada. Entiendo que en unos minutos vamos a sobrevolar los hits de Gran Caimán, la mayor de las tres islas de este país caribeño.

A pesar del adjetivo, Gran Caimán mide apenas 35 kilómetros de largo por 12 en la parte más ancha. La más angosta es la que sobrevolamos ahora, Seven Mile Beach, una franja de casi nueve kilómetros de arena clara. Ahí están los hoteles, las mejores playas y, muy cerca, el centro.

En este número de la Revista Lugares escribí -y saqué fotos- sobre las Islas Caimán, exclusivo destino de playas a una hora de Miami, con excelente gastronomía, un jardín botánico de donde será difícil irse y la posibilidad de interactuar con tortugas marinas, iguanas azules, rayas y delfines.

En esta edición, también, notas de la Polinesia, Punta del Este y Caraíva, una aldea al sur de Bahía, con calles de arena y un ritmo pausado. Un lugar para no llevar tacos altos ni notebook. Y una guía de hoteles de la costa argentina, uruguaya y de Florianópolis.

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Voluntaria en Mozambique

Lucila Runacles es una periodista brasileña que vive en Buenos Aires hace un año y medio. Fanática de los viajes y autora del blog Mochila Cult en el que relata sus andanzas.

Unos meses atrás me contó que se iba a Mozambique para trabajar como voluntaria en una ONG.

Ahora mismo está allá, en Lichinga, al norte del país, en la provincia de Niassa, una de las menos desarrolladas del país. Tuve ganas de saber cómo estaba, qué hacía, cómo eran sus días por allá y le mandé algunas preguntas que respondió desde un lugar de tierra colorada, con viento y no tanto calor. En la foto de apertura aprende a jugar ntxuva, algo así como un ajedrez africano.

¿Qué ves por la ventana? ¿Hace calor?
Como Lichinga está a 1.300m, las temparaturas son agradables y por las noches refresca un poco.
Qué veo por la ventana. Es gracioso porque he pensado bastante en eso desde que llegué. Acá hay muuucha tierra colorada, a veces se levanta un viento con redemolinos y la tierra vuela para todos los lados. Veo mujeres que pasan cargando palanganas, baldes con agua o comida; otras pasan con leña, paquetes, todo en la cabeza.
Ah, y los hijos siempre van colgados atrás envueltos en las capulanas, aquel trapo colorido que usan para cargar a los hijos en la espalda. Sólo las mujeres cargan cosas en la cabeza. Es tarea de ellas cuidar de la casa, por eso son ellas las que van a los pozos a buscar agua.

Hoy, mientras volvía caminando pensé en que esto es muy diferente al camino que hacía cuando vivía en Madrid, donde también volvía a pie del trabajo. Allá estaba lleno de negocios, gente y vidrieras para mirar. Acá tmb hay gente, pero no hay vidrieras, no hay negocios. En el camino veo chivos, gallinas, mucha gente en bici o que vende cosas en el piso, y tierra roja.

¿Cómo es el voluntariado?
Dura tres meses en una ONG local que se llama Estamos. Los estoy ayudando con la parte de comunicación. Más o menos empezando a crear un departamento de comunicación. También he trabajado mucho con lo que es Social Media. Les abrí una cuenta en FB, una en Twitter, les hice un blog y les enseñé lo importante que es estar conectado con esas nuevas herramientas y promocionar el trabajo que hacen acá.

¿Ya habías hecho una experiencia similar?
El año pasado en Buenos Aires ayudé con el refuerzo escolar de algunos chicos en la Villa 31. También  fui boy scout en Brasil durante 11 años, estoy segura que eso ayudó a inculcarme ese lado de ayudar a los más necesitados y compartir conocimientos.

¿Cómo es uno de tus días típicos en Lichinga?
A mí me encanta dormir, pero aquí el ritmo es otro y me tuve que acostumbrar. En general, me despierto a las 7am y en el escritorio entramos a las 8. Estoy todo el día allí y una vez que otra voy al campo, que significa visitar los proyectos que ellos tienen, pero eso es muy poco. Hago más un trabajo de escritorio, que era lo que yo no quería, pero bueh, no me quejo. Suelo ir a dormir entre 22h30 y 23h como muy tarde. Ja!
Los fines de semana son re tranquis, como no conozco mucha gente y tampoco hay mucho para hacer, la ciudad es chica. Leo bastante, en 3 meses he leído 5 libros (dos del famoso escritor de Mozambique, Mia Couto), uso Internet, voy al mercado a comprar frutas o verduras, ando un poco en bici o juego con Green, una chiquita de 5 años, hija de la pareja de donde vivo. El padre es el director de la ONG. Vivo en la casa de ellos, en el fondo. Acá también viven sus 5 hijos y 3 sobrinos, ah, y 6 perros. Eran 7, pero el otro día uno se escapó.

Como tengo mucho tiempo libre, a veces hasta me pongo a esperar que el agua hierva. No te miento. Es toda una emoción cuando veo las primeras burbujas. Hasta he aprendido a cocinar en la cocina con carbón, todo un experimento para mí.

¿Qué conociste en estos meses de la realidad de Mozambique?
Me di cuenta de que la mayoría de la población tiene muy poco y es feliz con eso. Otra cosa, vi que muchas veces los políticos vulneran hasta el derecho más básico de la población, el de tener agua y una vida digna, pero la gente no se da cuenta de eso porque no conocen otra realidad.

Por ejemplo, el transporte público en todo el país es una porquería. Hasta en Maputo, la capital, casi no hay colectivos. La gente viaja en vans (chapas) que van llenos hasta no poder más. Algunos viajan colgados, como animales. Y suele haber muchos accidentes y muchas muertes. También están los chapas abiertos, que son camiones donde la gente viaja por muchas horas sentados entre bolsas de granos, material de construcción o leña, un desastre. Bueh, digamos que los trenes en B. Aires no están muy lejos de esto. Lo que más me molesta es que los mozambicanos no reclaman, quizás porque no sepan que existe otra forma o por no tener idea de sus derechos.
Las familias viven amontonadas en la misma casa hecha de barro con techo de paja, en las zonas más pobres. La tasa de natalidad acá es muy alta, creo que 6,2, creo. La gente se levanta cuando amanece y se va a dormir cuando el sol se pone. En muchos lugares no hay energía electrica aún, y muchos cocinan con carbón o leña

Lo primero que me preguntan es si tengo hijos o soy casada. Y cuando les digo que no a todo y que tengo 35 años ahí ya se quieren morir jajaja. Pero el otro día me dieron una explicación lógica de porque la gente acá se casa y tiene hijos tán temprano. Es que la expectativa de vida es una de las más bajas del mundo, está entre los 38 y 42 años de vida, x el SIDA, entonces la gente no vive mucho, por eso hacen todo más temprano que nosotros.

¿Qué proyectos surgieron a partir de este viaje?

Mi proyecto más cercano es un viaje de 42 días por los países africanos que te conté. Además de viajar, sabés que escribo notas de viaje para vender y mi blog. En Kenya tengo la idea de hacer otro voluntariado, pero de una semana, en un orfanato en una isla que se llama Lamu. Ojalá se concrete, aún estamos hablando.

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A sangre fría

El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman “allá”. A más de cien kilómetros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como el del desierto, tiene un atmósfera que se parece más al Lejano Oeste que al Medio Oeste. El acento local tiene un aroma de praderas, un dejo nasal de peón, y los hombres, muchos de ellos, llevan pantalones ajustados, sombreros de ala ancha y botas de tacones altos y punta afilada. La tierra es llana y las vistas enormemente grandes; caballos, rebaños de ganado, racimos de blancos silos que se alzan con tanta gracia como templos griegos son visibles mucho antes de que el viajero llegue hasta ellos.

Holcomb también es visible desde lejos. No es que haya mucho que ver allí…es simplemente un conjunto de edificios sin objeto, divididos en el centro por las vías del ferrocarril de Santa Fe, una aldea azarosa limitada al sur por un trozo del río Arkansas, al norte por la carretera número 50 y al este y al oeste por praderas y campos de trigo. Después de las lluvias, o cuando se derrite la nieve, las calles sin nombre, sin árboles, sin pavimento, pasan del exceso de polvo al exceso de lodo. En un extremo del pueblo se levanta una antigua estructura de estuco en cuyo techo hay un cartel luminoso –BAILE-, pero ya nadie baila y hace varios años que el cartel no se enciende…»

A Sangre fría, de Truman Capote.

Capote describe con maestría el paisaje de Holcomb, el pueblo cercano a la granja donde se produjo el asesinato de la familia Clutter, el 15 de noviembre de 1959. El recuerdo me pareció oportuno en estos días de muertos.

La foto es de Robert Frank, de su libro The Americans, publicado en 1958 después de un recorrido por el Estados Unidos.

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¿Los últimos graffitis de Toronto?

Verónica Montero, periodista, cinéfila y asidua colaboradora de Viajes Libres, estuvo en Toronto y nos acerca sus impresiones y fotos de graffitis, que a juzgar por las declaraciones del alcalde están en vías de extinción.

La Nueva York de Canadá, la hermana americana de Montreal y una de las ciudades más cosmopolitas del mundo tiene una relación de amor/odio con los grafittis. Por un lado, los que aman este tipo de expresión y los catalogan como manifestaciones artísticas, arte callejero. Por el otro, su alcalde Rob Ford que planea dejar a Toronto “tan limpia como un nuevo billete de cinco dólares” (*) y representa a quienes ven a los graffitis como contaminación visual, vandalismo.

Por eso, cuando este agosto visité a unos amigos en Toronto y pregunté por los graffitis, me comentaron que muchos habían sido borrados, pero que había sectores que aún los conservaban. Así que fui con mi cámara tras ellos.

Encontré estas imágenes en una ciudad que según la calle que tomes te sentís en Wall Street por sus rascacielos, en Boston por sus construcciones prolijas y victorianas, y en Williamsburg  (Brooklyn) por sus grafittis.

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La ola marina

Mira la ola marina
Mira la vuelta que da
tiene un motor que gira pa’ lante
tiene un motor que gira pa’ tras…

(Vieja canción cubana que interpreta el Septeto Rumbahabana).


							
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Chau Tacheles

El año pasado, en Berlín, conocí el Tacheles, un icono de la cultura urbana alternativa que nació en los 90 como un centro autogestionado de arte.

El lugar estaba en el edifcio de la foto, que fue construido a principios de 1900 y dañado durante la guerra. Con el tiempo se transformó en un centro cultural y una usina del arte: había 30 talleres donde vivían y trabajaban muchos artistas. Cuando fui no estaban todos en funcionamiento.

Recuerdo unas escaleras y pasillos oscuros y todo medio en ruinas. Era cerca del fin. Aún así tenía encanto y fuerza. Todavía había marchas de resistencia porque el edificio había sido vendido y tendría destino de shopping. Me entero de que así será. El mes pasado cerró sus puertas luego de años de batallas legales.

A veces, la realidad puede responder descarnadamente una pregunta filosófica. How long is now (Cuánto tiempo es ahora).

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Arte fantástico

Tiene la cola larga del quetzal y la cabeza de un carpintero, pero este pájaro no pertenece a ninguna familia. A la de la imaginación en todo caso. Es un pedazo de tronco retorcido que estaba en el bosque hasta que alguien lo descubrió y ahora es un adorno destacado sobre la chimena del Hotel Tunquelén, en Bariloche.

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Noticias del lahuán o alerce

En los últimos días, recorriendo tramos de selva valdiviana, vi muchos alerces. También los toqué y fue como acercarme a un abuelo.

Alerce es el nombre que le dieron los europeos pero los mapuches lo llamaban lahuán, que significa sobrepasar o superar la muerte.

Para los mapuches saludar y conversar con el alerce tenía que ver con tomar poder frente a la muerte.

Quizás porque buscaban nutrirse de la sabiduría de un longevo. El alerce es un árbol que vive más de 4000 años. Y el de crecimiento más lento, apenas un centímetro por año.

El nombre científico es Fitzroya cupressoides en honor al marino inglés Fitz Roy, que en Chiloé se percató de esa madera que se usaba para las dalcas o piraguas.

Mide entre 40 y 60 metros, es el más alto de esta selva húmeda y el tronco llega a tener 5 metros de diámetro.

Como su madera es muy resistente durante el siglo pasado se lo taló sin piedad para usarlo en los techos. Todavía se pueden ver por acá casas con tejuelas de alerces. Desde 1938 está prohibida su explotación y es una especie protegida. En algunas zonas se ven tocones de alerce, como se llama al vestigio de tronco.

Los dos países con alerces tienen su respectivo parque nacional: Parque Nacional Los Alerces, cerca de Esquel, en Argentina, y Parque Nacional Alerce Andino, a unos 50 kilómetros de Puerto Montt, en Chile.

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