Desde que llegué a la playa, todos los días en algún momento miro un rato el horizonte.
Durante este ejercicio, a veces me descubro concentrada o mejor, abstraída. Como si allá enfrente hubiera una orquesta maravillosa, el último capítulo de Lost, dibujos enigmáticos, una puerta.
Lo llamo mi lectura diaria del horizonte, aunque en la línea infinita no haya palabras a menos que uno las ponga.
Mi lectura del horizonte no tiene horario ni planificación. Simplemente sucede una o varias veces al día. De día y de noche.
Cada tanto un barco de pescadores, un crucero que llega desde lejos, una gaviota gris me distraen y de repente me olvido qué estaba mirando. Pero, como si esa línea lejana estuviera imantada, enseguida vuelvo a ella. Es diferente en las montañas, me da la impresión de que esta atracción se vuelve fatal sólo en el mar.
Miro el horizonte mientras camino y desde la terraza. Con los pies en la arena y sentada en una pirca, como la querida pareja de la foto. A veces creo que uso el horizonte para reposar mis pensamientos. Otras, cuando me cruzo con más personas abstraídas, mirándolo, me parece que es un sumidero de preguntas, un depósito de sueños de toda la humanidad.
HOla, te felicito, escribes muy bien y se nota que lo disfrutas con solo leerte un poco
saludos
Mario