Millones de pasos es un libro que toma una actividad que hacemos naturalmente como caminar y la explora, la estudia,y la gasta, la festeja a través de 20 capítulos combinan crónica de viajes, perfil, autoficción y ensayo.
Los médicos suelen hablar de los beneficios físicos de caminar: se movilizan más de 200 músculos, previene enfermedades coronarias, reduce el insomnio y mejora el ánimo, entre otros.
Probablemente porque somos un ser indivisible, lo físico está más asociado a lo psíquico de lo que creemos, entonces también existen otras ventajas. Creo que hay algo de ese caminar a cuatro kilómetros por hora, donde se sintonizan los pensamientos y la acción. Como un mecanismo que se pone en marcha.
En este libro hay pies y piernas, caminatas y caminantes; hay una peregrinación, un amputado, un desgarro y un hombre, Martín Echegaray Davies, un descendiente de vascos y galeses, que un día decidió caminar desde Ushuaia hasta Alaska arrastrando un carro de 200 kilos. Ese hombre es el hilo conductor del libro y cada dos o tres capítulos vuelvo a su viaje, me voy acercando de a poco a su hazaña, primero a través de las redes y finalmente decido ir a caminar con él y conocer la historia de alguien que camina largo.
Así como Walt Whitman escribe que contiene multitudes, caminar es un verbo holístico que cobija la aventura, los sentidos, la reflexión, y que trae calma.
La edición de GeoPlaneta, de tapa dura y título con la técnica del golpe seco, es preciosa, igual que las ilustraciones de Maite Mutuberria que pensó un planteo coral: los caminantes que circulan por las páginas del libro.
Caminar me despeja y me enfoca. Camino para pensar sobre qué escribir y para buscar el comienzo de un artículo. Caminar me ordena y me recuerda la dimensión del hombre frente a la naturaleza. Al caminar me doy cuenta de que todo pasa: la bocina del conductor, un mal día y el perfume del jazmín. Caminar nos hace ver que estamos en tránsito y nos conecta con lo salvaje del ser humano. Camino para entender y para aceptar. Caminamos desde que nos paramos, hace cuatro millones de años. Siempre igual: un pie delante del otro.
Camino para buscar estímulos, para hacerme preguntas y para aplastar los nervios. Este no es un libro de autoayuda pero creo que caminar da bienestar.
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