«Se podrá advertir fácilmente que el viajar, ver y vivir era absolutamente independiente de la moda y de los libros de viaje. Quien quiera recoger experiencias genuinas en un viaje, enriquecerse interiormente y ser más feliz, no debe dejar que los así llamados «métodos prácticos de viajar» le echen a perder el misterioso embeleso del primer mirar y conocer. Quien llega por primera vez a un lugar extraño, sólo conocido a través de los libros y estampas, pero querido durante mucho tiempo, y lo hace con los ojos bien abiertos, cada día le deparará insospechados tesoros y alegrías, y casi siempre, lo vivido de una manera tan ingenua e improvisada se conserva en la memoria más fresco que lo preparado en forma metódica».
Hermann Hesse, 1904.
«Pequeñas alegrías», Ed. Sudamericana, 2004
Recordé que en 1951 Roland Barthes había escrito en «Mitologias»:
“En general, la Guía Azul testimonia la vanidad de toda descripción analítica que rechaza a la vez la explicación y la fenomenología: no responde a ninguna de las preguntas que un viajero moderno puede plantearse cuando atraviesa un paisaje real, que existe. La selección de los monumentos suprime la realidad de la tierra y de los hombres, no testimonia nada del presente, es decir histórico; por eso, el monumento se vuelve indescifrable, por lo tanto estúpido”.