Puerto Madero es la imagen de una ciudad modelo que muchos quisieran y que ya se exportó a otros países: sin ruido ni suciedad, con trazado planificado, veredas anchas, parques, respeto por el peatón, cámaras de seguridad en las calles y policía propia.
Aunque este mes cumple veinte años, es el barrio más joven y el menos poblado de Buenos Aires, con alrededor de doce mil habitantes. No es extraño el dato si se tiene en cuenta que el metro cuadrado ronda los 5000 dólares. Sus detractores dicen que el precio no tiene nada que ver. Que a los porteños no les gusta Puerto Madero, que es demasiado perfecto y ordenado. Que no tiene supermercados ni escuelas ni cafecitos. Que es un barrio sin alma.
Más allá de la polémica sentimental, propia de los argentinos, Puerto Madero tiene sus hits: desde la última gran colección de arte de la ciudad hasta el Hotel de Inmigrantes, que nada tiene que ver con el Faena o el Hiton, aunque también está en el barrio.
Durante esta semana, los hits se pueden leer en la nota que escribí para el suplemento Viajes del diario La Tercera, de Chile.