– He reservado dos camas para dentro de una semana en el Orient Express.
La miré perplejo:
– ¿Adónde piensas ir?
– A Estambul, desde luego.
– Pero el viaje lleva días…
– Tres noches, para ser exactos.
– Si quieres ir a Estambul, ¿no sería más fácil y menos caro tomar un avión?
– Sólo tomo aviones cuadno no hay otro modo de viajar.
– No es nada peligroso.
– No es cuestión de nervios, sino de elección-dijo tía Augusta-. En una época conocí muy bien a Wilbur Wright. Me llevó en varios viajes. Siempre me sentí muy segura en sus artefactos. Pero no aguanto oír sin cesar esos impertinentes altoparlantes. En las estaciones de trenes no la molestan a una… Los aeropuertos siempre me recuerdan a un campo de concentración.
– Si piensas que puedo acompañarte…
– Claro que lo pienso, Henry.
– Lo siento tía Augusta. Pero la mensualidad de un gerente de banco no es muy generosa.
– Desde luego, correré con todos los gastos. Sírveme otro vaso de vino, Henry. Es excelente.
– No estoy acostumbrado a viajar al extranjero. Me encontrarás muy…
– Te acostumbrarás enseguida, junto a mí. Los Pulling siempre han viajado mucho. Creo que debí contagiarme de tu padre.
– No lo creo, nunca viajó más allá de Central London.
– Viajó de una mujer a otra , Henry, durante su vida entera. Lo cual viene a ser lo mismo. Nuevos paisajes, nuevas aduanas. La acumulación de los recuerdos. Una vida larga no depende de los años. Un hombre sin recuerdos puede llegar a los cien años y sentir que su vida ha sido muy corta. Tu padre me dijo una vez: «La primera muchacha con quien me acosté se llamaba Rose. Por extraña coincidencia trabajaba en una florería. Parece que hiciera un siglo.»
Viajes con mi tía, Graham Greene, 1° edición: agosto de 1970.
Me gustan estos artículos, los que hablan de viajes y mezclan fragmentos de libros.