– ¿Es tu primera vez en San Francisco? No sé cómo le explicarás eso a tus lectores.
El comentario tiene más un tono de reto que de broma. El tipo que lo enuncia es un abogado que juega en las grandes ligas de California, y no entiende cómo alguien puede escribir sobre viajes y no conocer San Francisco. Le parece una falta inadmisible. Si hubiera sido mi profesor, me bochaba seguro.
El tipo nació aquí, en la bahía de San Francisco, y esta tarde trae a sus sobrinos que viven en París a dar un paseo en barco por la bahía. Les explica que allá está la Coit Tower y que en aquél edificio, el más alto de la ciudad, él tiene su estudio.
Hay un viento endemoniado y calculo que los sobrinos escuchan ni la mitad del cuento, pero el tipo no deja de hablar. Señala el Bay Bridge, Berkley, donde él estudió antes de ir a Harvard, Fort Mason, el Golden Gate. Los sobrinos se están muriendo de frío pero al abogado le emociona la bahía de San Francisco y no puede dejar de mostrarla. Cuando los niños se animan a bajar, el tío sigue hablando conmigo. Que San Francisco es una ciudad increíble para vivir, que hay menos de un millón de personas, que es tranquila, que tiene parques y playas y museos y …
– Y Alcatraz, le digo cuando el barco se acerca a La Roca, la famosa cárcel de máxima seguridad que funcionó entre 1937 y 1962, y de la que sólo tres prisioneros lograron escapar.
– Si, Alcatraz, me dice el tipo. Y se queda mirando la isla mientras el viento le despeina las canas.
– Seguro que ya conoce todos los rincones, sigo. ¿Cuántas veces fue?
– … en realidad no. La verdad es que nunca fui a Alcatraz, no tuve el coraje, dice. Lo veo colorado, y no es por el frío.
– Al parecer no soy la única que tiene algo que explicar.
Nos reímos. El mar está revuelto, el barco sigue navegando y se cuela un rayo de sol entre las nubes. El Golden Gate se ve naranja platinado.
Una excelente lección con la síntesis del periodista!
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