Anoche cenaron en casa un periodista y escritor chileno y su mujer. La cena al final fue una picada con varios quesos, jamón serrano, tomates secos, endivias, nueces de Catamarca y más. La idea era usar la picada como entrada y salir a comer más tarde a una parrilla. Pero la conversación fluía y afuera estaba helado. Así que cuando alguien preguntó por la salida, nadie respondió muy entusiasmado. Se cortó más queso, se abrió otra botella de vino y la picada mutó en cena. En un intento por explicar la reacción de repliegue, el escritor contó cuánto disfruta de una invitación a una casa cuando está en otro país.
Coincido con él. Me gusta que me inviten a comer en casas desconocidas estando afuera. Es una posibilidad de espiar la vida diaria de gente que vive en otro país y que tiene otras costumbres. Que posiblemente come distinto, lee distinto, ordena distinto. Es un privilegio que te arranca de la categoría de turista por un rato y te ubica en otra medio inclasificable, de espía con invitación, de recién conocido, de posible amigo.
A Eli, mi amiga que vive en México DF también le gusta este tipo de íntimo espionaje en casas ajenas, y juntas conocimos muchos hogares en muchos países. El otro día cuando hablamos, me comentó³ una insólita costumbre mexicana (¿o defeña?), que ella no termina de entender.
Resulta que cuando Eli le pregunta a una compañera de trabajo: «¿Dónde vivís?», la chica responde: «Tu casa queda en el Angel». Entonces Eli le dice: «No, mi casa no, tu casa». Ahí, la compañera de trabajo sonríe y le dice «Te quiero decir que mi casa es tu casa». Pero, me cuenta Eli y otros conocidos que viven en México que esto es sólo una formalidad porque al final ¡nunca invitan a ninguna casa!
Sería útil tener la opinión de un mexicano o de alguien que viva por allá sobre este «pendiente».
Ni soy mexicana ni vivo en Mexico, pero sà que he viajado por ese gran paÃs, y puedo asegurar que recibà muchas, muchÃsimas invitaciones de gente recién conocida que y con inmensa hospitalidad me ofrecieron su casa y me abrieron las puertas para espÃar a gusto, para compartir a pleno el dÃa a dÃa…
Igual, si «mi casa es tu casa», no invitan por eso… ¿quién necesita invitación para visitar su propio hogar???
Igual que a Eli, a mí, que soy defeña siempre me ha llamado mucho la atención esa frasecita. Pues no sólo se usa para cuando uno da su dirección, sino que ya que el invitado ha llegado se le dice «estás en tu casa» para que se sienta con la confianza suficiente de hacer «lo que se le antoje»… Y resulta que un día, al ir a casa de un amigo por primera vez, escuché que nos decía «están en mi casa, pero siéntanse como en la suya… y todos sorprendidos, luego de algunas risas, comenzamos una discusión al respecto, que no llegó muy lejos, pues todos estuvimos de acuerdo en que Esteban tenía razón al expresarlo de ese modo tan literal, que hizo que olvidáramos el formalismo y nos tomáramos más en serio lo que nos decía…
La verdad es que yo creo que es una frase tan común, que a veces se nos olvida lo que realmente significa, sin embargo, pienso que ya que efectuamos la invitació muchos defeños tratamos de poner al invitado lo más cómodo posible, lo consentimos, nos esmeramos para que esté a gusto “como en su casa- Pero lo que yo me pregunto es a quién se le ocurrió que todos los invitados del mundo la pasan tan bien en su casa, que les gustarÃa estar asà en todas partes…
Yo creo que máss bien la cosa se trata de que el invitado haga la casa de uno la suya para deschongarse a gusto… nada más.
En cuanto a las invitaciones pendientes, a mi no me reclamen, que la verdad yo no ando regalando mi casa cada vez que doy mi dirección… Pero les aseguro que a mí y a muchos mexicanos más nos encanta recibir invitados ya sean extranjeros o no, porque nos gusta compartirles de lo nuestro (en especial la comida- que siempre se usa como pretexto para hacer reuniones) y nos gusta que los invitados nos compartan de lo suyo… y bla bla bla y am am am… Así que si logran conseguir una invitación de un defeño prepárense para pasarla rico y escuchar algo así como «siéntete en tu casa» tal vez lo logren.
No soy mexicana, pero llevo cinco años viviendo en el superpoblado DF. Y aunque ya pedà la naturalización y espero que pronto me den las correspondientes credenciales, sigo sorprendiéndome con algunas costumbres locales. Un dÃa salió el tema de las excentricidades mexicanas en una conversación con mi jefe (trabajo en la revista Escala, que se regala en los aviones de Aeroméxico), le causaron mucha gracia mis observaciones y me pidió que escribiera un artÃculo al respecto, que fue publicado hace unos meses y que aquà les comparto.
México insólito
Con ojos extraños
Jessica Garbarino
Hay cosas en las que los mexicanos prácticamente no reparan y, sin embargo, llenan de sorpresa y extrañamiento a quienes los visitan desde otros rincones del planeta. Los malentendidos surgen fácil, asÃ, cuando culturas disÃmiles -¡y hasta hermanas!- se encuentran. Pues, probablemente a un nativo de estas tierras mexicanas se le haga absolutamente natural que la gente coma insectos, que vaya por un banquete al panteón cada 2 de noviembre, que haga explotar cohetes a altas horas de la madrugada, que pague por unos toques eléctricos en la feria o la cantina, que observe complicados juegos de palabras y rituales de cortesÃa, que hasta los niños sean aficionados al picante…
Toques eléctricos
Una caja de madera con seis pilas chicas, un par de cables y dos cilindros de cobre que conducen un máximo de 120 voltios a las manos de los valientes, consiguen de inmediato llamar la atención de los ojos foráneos. El juego, tÃpico de cantinas y ferias, consiste en ver cuál de los participantes aguanta más voltaje. ¿Por qué lo hacen? ¿Masoquismo? ¿Excentricidad? Hay quienes aseguran que los “toques†relajan los nervios, otros los usan para bajar el efecto de las copas de más, algunos para probar su hombrÃa y están los que se animan por pura curiosidad. En el último grupo se inscriben muchos extranjeros que, en cuanto se sobreponen de la sorpresa, sienten la tentación de experimentar en carne propia tan extraña afición.
Insectos en la cazuela
No es un error, no llegaron al plato por casualidad tampoco. La sofisticada y exquisita gastronomÃa mexicana es partidaria de incorporar chapulines, gusanos y huevas de insectos en algunos de sus platillos. La entomofagia, como se llama esta costumbre de ingerir bichos, tiene raÃces prehistóricas en tierras aztecas y ha adquirido extravagantes presentaciones entre los chefs de la nueva cocina mexicana. Los expertos aseguran que los tacos de chapulines, los jumiles, los escamoles o el gusano del mezcal aportan una rica variedad de vitaminas y brindan la exclusiva categorÃa de gourmet al paladar que se anima a la aventura de la entomofagia mexicana.
CortesÃas y otras reverencias
Los finos modales de los mexicanos, la etiqueta que observan en sus relaciones cotidianas, llaman de inmediato la atención de los visitantes o deliberadamente generan choques culturales con aquellos que provienen de lugares donde se estila un trato más directo, sin aditamentos. Buena parte de los intelectuales extranjeros que visitaron el paÃs a lo largo de los años tomaron nota y dejaron testimonio de su asombro ante el enorme abanico de cortesÃas que acostumbra desplegar la gente de esta tierra.
El escritor británico Malcolm Lowry, por ejemplo, hizo una ilustrativa descripción del fino trato de los mexicanos en su famosa novela Bajo el volcán, que transcurre cerca de Cuernavaca: “En medio de la tolvanera se acercaban dos indios harapientos; discutÃan con la profunda concentración de profesores universitarios deambulando en la Sorbona a la luz de un crepúsculo estival. Sus voces y los movimientos de sus manos refinadas, aunque sucias, eran increÃblemente corteses y delicados. Su porte evocaba la majestad de prÃncipes aztecasâ€.
Estruendo por la madrugada
“Algo grave debe pasarâ€, piensa el visitante cuando descartó que todo se tratara de un raro sueño… pues no es normal esto de escuchar explosiones a las tres de la mañana un dÃa de semana cualquiera. No obstante, lo mejor es contener la taquicardia nocturna, porque en México sà es normal que una celebración empiece, por ejemplo, a las tres de la mañana. La devoción es asÃ, los horarios son estrictos y las procesiones, por ejemplo del dÃa de un santo patrono, incluyen petardos.
Banquete en el panteón
La celebración de DÃa de Muertos, el 2 de noviembre de cada año, es muy peculiar y tiene tantos detalles curiosos, que deja atónito a más de uno. A lo largo y ancho del paÃs, se pueden verificar algunas variantes en el ritual, más o menos macabras, aunque siempre muy festivas. Sin embargo, en todas partes es asombroso ver a niños y adultos comer calacas de azúcar o chocolate con su nombre en la frente. Mientras, en las oficinas se organizan competencias que premian a quien redacte el mejor epitafio-poema (llamado “calaveritaâ€) dedicado a algún colega vivo. También están los vistosos altares que se montan por doquier, donde se ofrecen tanto cempazuchitl (flores de muertos) como los platillos favoritos del difunto homenajeado. Hasta la impostergable visita al panteón, para compartir con los seres queridos fallecidos los más cuidados manjares.
Confusos juegos de palabras
La escocesa Madame Calderón de la Barca, autora del libro “La vida en Méxicoâ€, un compilado de sus cartas, repletas de observaciones sobre las costumbres locales, relata en un pasaje cómo intentó sacar del error a un inglés que se quejaba de la “falta de sinceridad de los mexicanosâ€. Pues según ella, el problema consiste en “atribuir una trascendencia que no tiene a la frase: Está a la disposición de ustedâ€â€¦ Expresión que en la actualidad devino en el frecuente “muy a la ordenâ€.
“Si tuviéramos que creer al pie de la letra los ofrecimientos a que obliga la etiqueta mexicana… es natural que nos sentirÃamos decepcionados al darnos cuenta que no obstante estas ofertas tan reiteradas, debemos alquilar casa y aun tomar criados para que nos sirvan; pero tomad estas expresiones por lo que valen, y creo que hemos de llegar a la conclusión de que las gentes de aquà son tan sinceras como pueden serlo sus vecinosâ€, argumenta.
AsÃ, una cortesÃa que suele descolocar a los extranjeros es el juego de palabras en el que la propia casa se ofrece al interlocutor con un “la casa de ustedâ€. Los malentendidos, cuando se ignora el mero cometido retórico de la frase, son tan espontáneos como hilarantes. Y no falta quien se incomode por la impertinencia al entender, literalmente, que su nueva amistad organizó una comida “en la casa de ustedâ€, sin consultarlo… O quien, algo resignado, espere por horas en su propia casa a los supuestos “autoinvitados†que nunca llegarán.
Potentes golosinas
Que un mexicano que se precie debe hacerle frente a los picantes más rudos, es algo que figura entre las expectativas de cualquier extranjero que ponga un pie en México. Sin embargo, incluso en esa zona ardiente hay lugar para la sorpresa: los niños pequeños saborean sin sobresaltos todo tipo de golosinas enchiladas. Paletas con forma de elote totalmente cubiertas con chile en polvo, tabletas masticables de tamarindo picante y unos muñecos con forma de jeringa que al apretarlos le salen cabellos de una pasta tan dulce como picante, forman parte de un entrenamiento temprano al que los niños se someten gustosos.
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