El Turista. Es un visitante apresurado que prefiere los monumentos a los seres humanos. Anda apresurado, no sólo porque el hombre moderno así anda, en general,sino también porque la visita forma parte de sus vacaciones, y no de su vida profesional. Sus desplazamientos al exterior están encerrados en sus asuetos pagados. La rapidez del viajees ya una razón de su preferencia por lo inanimado con respecto a lo animado: el conocimiento de las costumbres humanas, decía Chateubriand, requiere de tiempo.
El impresionista. Es un turista perfeccionado: para empezar, tiene muchísimo más tiempo que el vacacionista. Luego, extiende su horizonte hasta los seres humanos; y finalmente, se leva a su casa ya no simples clichés fotográficos o verbales, sino digamos esbozos, pintados o escritos. No obstante, tiene en común con el turista el permanecer únicamente como sujeto de la experiencia. ¿Por qué se va? Tal vez, como Pierre Loti, porque ya no logra sentir la vida en su tierra, y el cuadro extranjero le permite volver a encontrar el gusto por ella: «Es preciso sazonar siempre, lo mejor que se pueda, la comida tan sosa de la vida».
Algunas de las categorías definidas por Tzvetan Todorov en el libro Nosotros y los otros, Siglo XXI.