Un verdulero boliviano con pulmón de poeta, un camionero aburrido, una maestra de primaria deprimida por la caligrafía de sus estudiantes, un arqueólogo obsesionado con los jeroglíficos, ¿quién habrá inventado el nombre melón escrito?
El interior es naranja intenso como la túnica de los monjes del sudeste asiático. Suave en el paladar, refrescante y dulce, como un cariño.
Del exterior se sabe poco. Intriga la trama, esa corteza escrita entera, que llena todo el espacio, como si tuviera tanto que decir. A própósito, ¿qué dirá? ¿se podrá leer? Vamos, no seamos ingenuos, hay quienes ya pensaron en ponerse una mesita en Plaza Francia y leer la cáscara de melon. Veinte pesitos.
¿A quién se le habrá ocurrido? ¿Será pariente del creador de la lechuga capuchina? ¿Tendrá algo que ver con el culpable del limón sutil? Con el inventor del ají puta parió no tiene ninguna relación, eso seguro. ¿Tendrán información en el Museo del Melón de Villaconejos?
Lo más probable es que el autor del apelativo nunca llegue a las noticias ni se haga famoso. Pero desde este blog reconocemos y celebramos su sentido poético, sea verdulero, maestra, camionero, egiptólogo o quien sea.
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muy bueno el post. En Japón dicen que es bueno para cuando estás enfermo, que hace bien. saludos 🙂
Buscando sobre melones llegué aquí, me encantó!
desde Chile