El comercio de esclavos también ha tenido consecuencias desastrosas en el terreno psicológico. Envenenó las relaciones personales entre los habitantes de Africa, les inyectó odio y multiplicó las guerras. Los más fuertes intentaban inmovilizar a los más débiles para venderlos en el mercado, los reyes comerciaban con sus súbditos; los vencedores, con los vencidos; y los tribunales, con los condenados.
Semejante comercio marcó la psique del africano con el estigma tal vez más profundo, doloroso y duradero: el complejo de inferioridad. Yo, el negro no soy sino aquél que el comerciante blanco, invasor y verdugo puede raptarme en mi casa o terruno, encadenarme, meterme en la bodega de un barco, exponerme como mercancía y mas tarde obligarme a latigazos a hacer los trabajos más duros dia y noche.
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