Volví hace unos días de Hong Kong. Además del skyline, el lujo, el gusto por el dinero, el neón y el panda que vi en el parque temático Ocean Park me llamó la atención el uso desmedido del término double check.
Es cierto que después del famoso doble check de Whatsapp se emplea más seguido en general en todos lados, pero por lo menos en esta ciudad da la impresión de que tuviera más que ver con una obsesión por minimizar la posibilidad de equivocación.
Todo parece estar sujeto al double check. En la oficina de turismo, en el hotel, en el metro, en el supermercado suena la expresión double check. Volver a chequear para estar completamente seguros.
En la góndola no hay talle S pero el empleado va a double check en la computadora; el concierge va a double check si el correo abre hasta más tarde aunque se lee el horario en el folleto y el chico de del metro va a double check qué salida es mejor para llegar a ese lugar y la empleada de información turística va a double check el clima a ver si mañana conviene hacer la excursión.
La información no solo se chequea una vez, se chequea dos porque no hay tiempo para perder en errores. Porque la eficiencia es el objetivo y en el mundo eficiente, los errores son puntos en contra.
En Hong Kong los horarios de las citas se double check por mail porque la puntualidad es extrema y llegar tarde roza la ofensa.
Me pregunto qué dirían si les contara que más de una vez en el DF pregunté en la calle dónde quedaba tal o cual lugar y la gente por pena de no saber respondía que para la derecha o para la izquierda no sólo sin hacer ningún tipo de double check sino sin tener idea de la respuesta.
Y no quiero pensar la cara que pondrían si les hablara de las veces que salí de viaje sin reserva de hotel. O de la vez que llegué tarde a la estación, pero no importó porque el tren salió mucho más tarde.
En una ciudad de bancos, dinero y business, esto no se entendería. Creo que lo descartarían por increíble o inventarían el triple check.