«Hay algo ineludiblemente bovino en un turista americano avanzando como parte de un grupo. Hay cierta placidez codiciosa en ellos. En nosotros, mejor dicho. En puerto nos convertimos automáticamente en Peregrinator americanus, Die Lumpenamerikaner. La Gente Fea. Para mí, la boviscopofobia (=el miedo mórbido a ser visto como un ser bovino) es una motivación todavía más fuerte que la semiagorafobia para quedarme en el barco cuando estamos en puerto. Es en puerto donde me siento más implicado y visiblemente cómplice. Casi nunca he salido de Estados Unidos, y nunca como parte de un rebaño con ingresos altos, y en puerto -incluso aquí arriba de todo, en la cubierta 12 y limitándome a mirar- soy nueva y desagradablemente consciente de ser americano, del mismo modo que siempre soy consciente de ser blanco cuando estoy rodeado de gente no blanca. No puedo evitar pensar cómo deben vernos ellos, esos jamaicanos y mexicanos impávidos, o especialmente cómo nos ve la tripulación inferior no aria del crucero Nadir. Llevo toda la semana haciendo todo lo que puedo para separarme a los ojos de la tripulación del rebaño bovino del que formo parte, para distanciarme de alguna forma: evito las cámaras, las gafas de sol y la ropa caribeña en tonos pastel; insisto mucho en llevarme mi bandeja en la cafetería y doy gracias de forma efusiva incluso por el más pequeño servicio. Como hay tantos de mis compañeros de crucero qeu gritan, yo me enorgullezco especialmente de hablar en tono ultrasilencioso con los tripulantes que hablan mal el inglés.»
La cita es del libro «Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer», del escritor y periodista estadounidense David Foster Wallace. Para escribirlo, Foster Wallace siguió el encargo de una revista de viajes y se pasó siete días en un crucero por el Caribe.
El autor, uno de los más reconocidos de la nueva generación de su país, se mató hace unos días en su casa de California.
Que lástima que este ser tan especial, inteligente y genial haya tomado semejante desición.Que difícil es lograr la felicidad para los humanos, no?
Saludos
Susana
Era un observador agudo de la realidad y si uno no se despeja la cabeza, demasiada realidad puede llevar a la depresión…
Fue algo duro con sus connacionales, supongo que se habrá disculpado ofreciéndoles un buen fardo de heno.
Nace otro mito? Por qué muchas veces hay que esperar a perder algo para darse cuenta lo mucho que valía?
jajaja… buenísimo lo del fardo de heno, Claudio!!