En los Cayos Zapatilla, en Bocas del Toro, Panamá, la arena parece harina cuatro ceros de tan blanca y fina. Es tan chico que en media hora se le da la vuelta. De un lado del cayo vi las huellas sobre la arena de las tortugas carey, que vuelven al mar después de desovar, y encontré una tortuguita que no podía llegar al agua porque se había quedado atrapada en la arena. Hicimos un meeting con un par de turistas y alguien que cuidaba el parque nacional y la acercamos al mar.
Del otro lado del cayo, a la sombra de una planta de uvas de mar, había una lancha que se llamaba Damián espérame. El dueño descansaba mientras sus turistas se bañaban. Al ver que le tomaba una foto, se incorporó y me contó la historia del nombre de su nave. “Hace unos seis años mi hijito Damián era pequeño y yo me iba a trabajar con turistas a las islas y no regresaba por varios días porque el combustible era caro. Entonces él lloraba y lloraba, y yo le decía: Damián, espérame. Espérame Damián”.
Hoy Damián tiene nueve, ya no llora cuando el padre se va y le gusta que la lancha lleve su nombre y el recuerdo de aquella época.
Linda historia, tendré que buscar mis fotos, tal vez sea la misma lancha, al menos era del mismo color. Qué duro es dejar a tu hijito cuando vas a trabajar y las cosas que nos dicen, un rollo mi historia pero solía salir con lágrimas cuando Sofy me reclamaba como Damián. Gracias por compartirla
Fugaz y agradable meeting aprendiendo sobre las tortugas carey. Buen viaje. Uno del par…