No hace mucho escribí un artículo sobre el carácter musulmán del norte de África. Un amigo marroquí que es analfabeto quiso conocer su contenido, así que traduciéndole al mogrebí sobre la marcha, le fui leyendo algunos pasajes.
Su respuesta fue concisa:
– Eso es una vergüenza.
– ¿Por qué? -pregunté.
– Porque usted ha escrito sobre las personas tal y como son.
– Para nosotros eso no es ninguna vergüenza.
– Para nosotros sí. Usted nos ha convertido en animales. Ha dicho que sólo unos pocos de nosotros sabemos leer o escribir.
– ¿Y eso no es cierto?
– ¡Por supuesto que no! Todos somos capaces de leer y escribir, igual que usted. Y lo haríamos, si nos hubiesen enseñado.
Esto me pareció interesante, se lo conté a un abogado musulmán, creyendo que lo encontraría divertido. Pero no fue así. «Él tiene razón», dijo. «La verdad no es lo que se percibe con los sentidos, sino lo que sentimos con el corazón».
«¡Pero también existe algo que es la verdad objetiva!», exclamé. «¿O es que ésa no tiene importancia para usted?».
Sonrió con aire tolerante. «No de igual manera que para usted. Ésa es la verdad oficial. Nos interesa, sí, pero únicamente como un medio de llegar a la verdad real que se oculta debajo. Para nosotros hay muy poca verdad visible en el mundo estos días«.
Socrates decía que la verdad es susceptible a los puntos de vista.
Entonces, lo que para uno es verdad y totalmente justificado, puede no ser verdad para otra persona que también lo justifica
Muy lindo el cuento
Mucha cosas hay que aprender aún de los árabes del norte y de la gente de campo, sepan leer o escribir, son gente sabia igualmente, de espíritu bastante puro