El abecé… diario de Viajes Libres
ARTE. Con buen diseño y talento, un viaje puede convertirse en una obra de arte, en una composición única, inspirada por el destino pero también por el estado de tránsito hacia alguna parte. El ansia de movimiento, el gusto de airear la vida.
BABEL. Creo que cuando uno viaja vive una porción de desorden mítico, la confusión universal de Babel. El caos puede traer armonía. Cuando vuelvo de un viaje suelo tener las ideas claras. (No es infalible).
CASA. He encontrado casas en muchos lugares del mundo, Incluso en cuartos de hoteles, carpas y hasta aeropuertos. Mi casa fue la casa de otros y otros me dieron su casa. Aunque a veces todos quisimos desesperadamente volver a casa.
CHAMAN. Una vez conocí un chamán. Era un tipo normal. No estaba vestido de blanco ni predicaba el fin del mundo. Fue en el Amazonas peruano, cerca de un pueblo que se llama Indiana. Tenía los ojos negros y creaba pócimas con plantas alucinógenas. Me explicó que eran para poder «ver más allá». Ahí supe que existen las plantas de poder.
DIA. En un viaje un día puede tener más de 24 horas. No es magia, pura relatividad. Durante diez años trabajé en la sección de Turismo de un diario, escribiendo crónicas de viajes. Mi día más largo fue en República Checa, hace no mucho, bajo la tutela de una guía frenética y de cachetes colorados que me tuvo al trote. Para mí, ese día de agosto duró tres meses.
ESPERAR. Antes de viajar por India no sabía lo que era esperar. Sentada en el piso de la estación de trenes de Mumbai descubrí que podía tener paciencia, y también descubrí que si no la tenía no podía viajar por India.
FOTOS. Los viajeros libres llevamos cámara en el equipaje de mano. Nos gusta registrar, documentar, contar en imágenes. También nos gusta volver a ver un lugar, una persona a partir de las fotos. Si no tuviera una imagen de Florisvaldo Bispo dos Santos, un garimpeiro bahiano, no sería capaz de recordar su nariz ancha, el lunar de su cuello, los rulos como caracoles y la mochila más larga que su espalda. De tanto en tanto, me gusta volver a ver su mirada brillante, los músculos de su audacia.
GENTE. Cada tanto fantaseo con poner un aviso para encontrar a la gente que conocí viajando antes de la Era Internet. Me acuerdo de Galo, de Centeno, de Jacqueline, del monje Souk. Me acuerdo también de Pablito y Negro, de Pancho, Waldo y Tití, de Homero, de Gerd, de Rómul, de Natalie, y de esa mujer rubia que no me acuerdo el nombre, pero que en una terraza de Katmandú, me miró a los ojos profundamente y me dijo: «Andá al Tíbet». No me lo dijo como una orden ni como un consejo. Fue distinto, como si me estuviera pasando un saber.
HACIA. Me gusta tener una meta cuando viajo, pero no me gusta que esa meta se coma al viaje, y de repente no sea más un viaje libre, a pesar de viajar sin tour. Durante mucho tiempo, las metas se comieron mis viajes, relamiéndose con el triunfo de la llegada. Ahora, ya no. Nunca es tarde para los viajes libres.
INSPIRACIÓN. Cuando salí de la sala de cine arte, después de ver Fitzcarraldo decidí que ese año quería viajar al Amazonas. Igual que Klaus Kinski, que no paró hasta subir el barco por un monte peruano, tampoco descansé hasta llegar a Yurimaguas, donde empieza el Ucayali, que va al Marañón, que va al Amazonas. La inspiración es el motor más grande para IR.
JUEGO. Varias veces jugué a girar el globo terráqueo que había en el consultorio de mi padre. Mientras el mundo daba vueltas como loco, tenía que poner el dedo en un lugar, y ahí me tocaría viajar. Casualmente, de los lugares que recuerdo que me tocaron, no fui a ninguno. El viaje libre se puede parecer a un juego de azar.
KILOMETROS. Viajé por 57 países, y ese número son muchos kilómetros. El viaje más largo que recuerdo en micro comenzó en Iguazú, en el litoral argentino, y terminó en Corumbá, en el Pantanal brasileño, 52 horas después. El viaje más largo que recuerdo en tren fue en India, desde Mumbai hasta Kerala, 43 horas. El viaje más largo que recuerdo en avión fue a Nueva Zelanda, 14 horas. El viaje más corto que recuerdo en barco fue el cruce del Dique 4 de Puerto Madero, en Buenos Aires. Duró menos de 2 minutos.
LENTO. Este blog de viajes está a favor de viajar lento, defiende el slow travel como estrategia de viaje. A los viajeros libres les gusta responder «no, no fui» cuando los correcaminos de los viajes les preguntan: «¿fuiste a?». Los viajeros libres no se retuercen si no fueron. Están contentos de haberse quedado más tiempo en cada lugar.
MOMENTOS. Los viajes, como la vida, son una suma de momentos perdidos y ganados. Momentos que más temprano que tarde serían una foto, un correo, un recuerdo. Hace poco, un viajero me contó el mejor momento de su viaje de un mes por Europa. Fue en un bar de Nantes, la ciudad donde nació Julio Verne. Pero el escritor de los Viajes Extraordinarios no tiene nada que ver en la historia que me contó este viajero. De hecho él recorrió Nantes sin saber que era la ciudad de Jules Verne y que había un enorme museo dedicado a él. Su mejor momento, les decía, fue en un bar, una noche donde tocó un trío llamado La gallina Lupa, que terminó con un tango. El, de 70 años, sacó a bailar a una chica de 20; y su mujer bailó con otro hombre. Después conversaron un rato largo con una mesa de chicas francesas que les dieron un tip: no podían perderse la feria de frutas, verduras, pescados y carnes del día siguiente. Ellos fueron y esa feria fue el segundo mejor momento de ese viaje de un mes.
NATURALEZA. La naturaleza de los viajes es libre y la libertad se puede encontrar en la naturaleza, en paisajes de selva, desierto, playa, agua, altura, ciudad. Cada viajero encuentra su naturaleza esencial. Cada viajero elige su música para viajar.
OJO. En un viaje libre se desarrolla el ojo, el oído, el olfato. En un viaje libre el uso de los sentidos se intensifica y de repente, tenemos memoria sensorial. Nunca olvidaré el olor a durian de Singapur aunque haga diez años que no lo huela. El durian es una fruta tropical sabrosa pero con un olor inmundo. En Singapur hay varias cosas prohibidas. La más conocida es tirar un chicle en la calle. Pero también está prohibido ingresar al metro con un durian.
PAPEL. Siempre llevo un bloc o un cuaderno a un viaje. Creo que el viaje se completa con las notas y apuntes al margen, con el registro de sensaciones que me darán carne para una crónica. Anoto porque el momento de viaje nunca es igual a su recuerdo. Como escribe Boris Vian en La Hierba Roja, el recuerdo nunca es puro. «¿Dónde estaban los recuerdos puros? En casi todos se funden impresiones de otra época que se les superponen y les confieren un realidad distinta. Los recuerdos no existen: es otra vida revivida con otra personalidad, y que en parte es consecuencia de esos mismos recuerdos. No se puede invertir el sentido del tiempo, a no ser que se viva con los ojos cerrados y los oídos sordos».
QUETZAL. En un viaje libre hay hallazgos. Uno de los que más me sorprendió fue el quetzal que vi durante un segundo en la selva de Guatemala. El quetzal es un ave de plumaje verde brillante, por momentos casi azul, con el pecho rojo intenso y una cola larguísima. Cuenta la leyenda que es el espíritu de un cacique muerto por los españoles. Ese segundo pasó tan rápido que ahora, mucho tiempo después, me pregunto si de verdad lo vi.
RED. Viajes Libres pretende tejer una red de viajeros que puedan sentirse como en casa. Este blog de viajes quiere ser un lugar de encuentro, un lugar de búsqueda. Un lugar de lectura, un lugar de referencia. Un lugar.
SABER. Un viaje libre incorpora sabiduría al organismo. Es imposible volver de un viaje libre sin haber aprendido algo: una palabra, un paisaje, un carácter, un sentimiento, una mirada. En mi último viaje aprendí que para que el yogur casero salga espeso y sin grumos es preciso agregarle un par de cucharadas de leche en polvo. Me lo enseñó Anthony Verel, encargado del desayuno en la Estancia Verel. Raquel, su mujer, es noctámbula y prefiere preparar la cena. A los huéspedes siempre los despide la noche anterior. Hace mucho que ella no transita una mañana.
TURISMO. Los que hacemos Viajes Libres somos turistas, pero no compartimos todos nuestros gustos con los turistas de manual. Nos gusta ir a un museo pero también pasear por un barrio cualquiera y comprar pan en una panadería de ese barrio cualquiera, y hablar con el vecino de la Puerta 5. Tenemos una escala diferente y personal de los países que hay que conocer. Quizás no fuimos a París pero conocemos Australia. Tal vez planeamos un viaje a Vietnam antes que a Nueva York. En Viajes Libres intentamos no caer en los prejuicios del turismo.
UBICACIÓN. Viajar te ubica en el mundo. No sólo geográficamente. También instintivamente. Viajar te muestra cuándo decir gracias, cuándo pedir y cuándo dar. Viajar te ubica en la justicia y en el clima y en la metáfora. Viajar te ubica en el país que vos sos. Viajar te ubica en tus límites, y te muestra que pueden ser flexibles.
VOLVER. Descubrí que disfruto volviendo a los lugares a los que ya fui alguna vez. Me gusta ver cómo sigue la arquitectura y cómo ha cambiado la gente. También me gusta la sensación de volver a casa después de un viaje largo.
WEB. Porque creo que se puede viajar por Internet, Viajes Libres contará historias. Historias de personas y lugares. También, en Viajes Libres habrá noticias, comentarios, descripciones, visiones, recomendaciones, fiestas, reflexiones, interpretaciones.
XIMENA. Es mi amiga que vive en Irlanda, Elizabeth mi amiga que vive en México y Pritama mi amiga que vive en España. Desde Buenos Aires, en un lapso de diez años se ubicaron en distintos lugares del mundo. Ellas viven otra manera de viajar, una libre interpretación del viaje.
YING YANG. Las fuerzas femenina y masculina del taoísmo tienden a equilibrarse durante un viaje libre. Recuerdo por lo menos tres personas que dejaron las pastillas para dormir mientras viajaban. El viaje es salud.
ZELIG. Los viajeros libres tenemos una capacidad natural de adaptación. Quizás por inseguridad, como Leonard Zelig, el hombre camaleón creado por Woody Allen. O tal vez para transitar entre mundos. Por la vocación de acercarnos al centro de nuestro mundo.