En Francia, siempre que pueden le mandan un saludito a Africa. Eso cuando no le devuelven un grupo de inmigrantes.
Por eso, no me resultó extraño que cuando me contaron sobre el mistral, lo primero que me dijeron es que viene de Africa y que trae arena, violencia y malhumor.
El mistral es un viento que sopla en La Provence en la primavera y el invierno, en total unos cien días por año. En general es un viento fresco o frío, y seco. Pero ojo, puede venir con nubes negras y llenas de tormenta.
El tramontana, como lo llaman en algunas zonas de La Provence, puede llegar a soplar a 90 kilómetros por hora y arrasa con lo que tenga adelante. Como ese día en St. Tropez, que casi se lleva el muelle de la foto. Era el Mediterráneo pero parecía el Atlántico enloquecido.
Así es el mistral: se forma de un momento a otro y sopla su música impetuosa. Por eso los que navegan embarcaciones pequeñas no lo quieren: en sólo ocho minutos los puede poner en peligro. Y lo peor: es un viento difícil de predecir. Cuando lo anuncian en el servicio meteorológico, en general ya sopló.
Se llama mistral, como la poeta chilena que ganó el Nobel. Pero el nombre del viento no es por ella, sino por el poeta francés -y provenzal- Frédéric Mistral, que curiosamente también ganó el Nóbel.
En Francia muchos me hablaron casi con horror de este viento loco que viene de Africa. Pero leo en Wikipedia y dicen que el mistral trae puras cosas buenas, que cuando pasa los cielos están despejados y claros, que es bueno para la salud y que desarma las nubes de polución que sobrevuelan las ciudades. En Wikipedia el mistral es un señor viento. ¿Lo habrá escrito un senegalés?
Jodido viento, dice Penelope en Volver. El solano que enloquece a las mujeres en los caminos y a los hidalgos en La Mancha. El mistral, el hego haizea, la tramontana de Mallorca, el levante en el estrecho, la furia y la locura del desierto desatada sobre la pulcra Europa. Agarrate Catalina!