Todo estaba calculado para tener una noche placentera. O bueno, una noche aceptable a bordo de un ómnibus que recorre el trayecto Oaxaca – Puerto Escondido. Saqué el pasaje en el mejor, así intentaría dormir a pesar de las curvas cerradas del camino. La terminal de ómnibus de Oaxaca es moderna y de lejos el micro ADO GL se veía genial. Antes de entrar, hubo revisión, casi como en un aeropuerto. Un simpático azafato me cortó el pasaje y me dio una bebida para el viaje.
El omnibus estaba bueno: asientos cómodos, espacio suficiente y hasta baños para hombres y mujeres. Me acomodaba antes de partir cuando vi que avanzaba por el pasillo un hombre grandote, gordo, pesado que hablaba fuerte por celular. Calculo que sería con una mujer. Le decía palabras almibaradas y todos escuchamos su dulzura. Llevaba una pusera de oro pesada como él.
Arrancó puntual y en la primera curva me dormí. Pero en la número 20 me desperté por un ronquido poderoso, como si resumiera el ronquido de la humanidad.
Me desperté sobresaltada. No entendía si había un terremoto o una jauría de motos hambrientas había invadido el bus en la mitad de la noche. Pero no, nada de eso. Era el hombre gordote y pesado que se había sentado justo detrás mío y roncaba con la boca tan abierta que podría haber entrado cómodamente el bebé de la primera fila.
Después de descartar la idea de clavarle mi codo puntiagudo en su estómago grande, silbé bajito porque dicen que silbido mata ronquido. Ni se inmutó. Me recordó a los padres de Chijiro. No recuerdo si roncaban en la película pero hubieran roncado así. Moví el asiento y nada. El tipo desplegando su arte a toda orquesta. Lo vi con la luz de la luna que se metía por las ventanillas. Llevaba las manitos entrelazadas. Como si soñara con los angelitos. Aunque de su boca salían graznidos de dragón. Pensé en sacudirlo y en pedirle que se calle, pero enseguida creí que no era una buena idea. ¿Qué pasaría si un ser así despierta de mal humor?
Me cambié de lugar. Había uno libre un par de asientos más atrás. Traté de dormir a pesar del retumbar de los ronquidos del gigante y de las curvas, que ya irían por la número mil. No pude y dudo que los de las filas siguientes hayan podido. Pero nadie dijo nada. Todos permanecimos bajo el yugo del vecino roncador.
¿Te tocó alguna vez un vecino que ronca?
Es imposible zafar de un viajero roncador, alguna vez te toca…Forma de mitigar el asunto: escuchar radio o música con audífonos, en un volumen tal que equilibre los sonidos que emite el roncador.
La opción de asesinarlo/a la veo algo exagerada….