La Licorne (Montero 2884) es la librería más joven en dos sentidos: fue la última en abrir y sus ideólogos, escritores y poetas tienen veintipocos.
Está en una casona antigua de Punta Carretas y es una “librería viva”. ¿Qué quiere decir esto? Que los libros que se ven fueron elegidos uno por uno, que por estos días se hospedan, en el segundo piso, dos poetas ingleses; que además de las charlas y ciclos culturales, basta entrar para que arranque un happening poético del que uno, obviamente, es parte.
El nombre La Licorne hace referencia a una mítica revista literaria fundada en París, a fines de los años 40, por la poetisa Susana Soca y donde escribieron, desde Borges y T. S. Elliot hasta Rafael Alberti.
Otro argumento para considerar viva a una librería podría ser que, adentro, uno se encuentre con un escritor y aunque no compre un libro salga con una conversación que lo deja pensando. Eso me pasó en La Lupa (Bacacay 1318), de interior pequeño y nutrido con buen ojo, un buen lugar para encontrar escritores uruguayos menos tradicionales que Benedetti y Galeano, desde Mario Levrero y Felisberto Hernández hasta Dani Umpi y la poeteisa Marosa di Giorgio. Muy cerca, frente al Teatro Solís, un rico café en el Bacacay.
En la peatonal, Más Puro Verso, en Sarandí 675, vale por librería completa (50.000 títulos) y por el monumental edificio donde está, el de la antigua Óptica Ferrando, construido en 1917.
Para libros usados, se sabe: Tristán Narvaja, los domingos bien temprano.