En Río de Janeiro hay más de mil favelas donde viven casi dos millones de personas, y si no es por la visita de Madonna o Carla Bruni, la mayoría de las veces aparecen en los medios por muerte, violencia, hambre.
Quizás por eso, esta noche oscura, el taxista sube el morro Tavares Bastos desconfiado, en silencio. En cada curva parece que desistirá. Pero Renata Bernardes, la pasajera que está a mi lado, lo anima a continuar. “Es el bar de un inglés, ¿no lo conoce? Se llama The Maze y se ha puesto de moda, salió en el periódico la semana pasada, siga, siga, que ya llegamos”, le ordena. Él no responde. Conduce cada vez más lento hasta que dice basta. Bajamos del auto.
Las primeras imágenes que a uno se le aparecen después de la palabra favela son automáticas: crimen, pobreza extrema, narcotráfico, niños en peligro, tiroteos, la película Ciudad de Dios, muerte, hacinamiento.
Pero cuando bajo del taxi no veo nada de eso, más bien una escena alegre, bien carioca. El paisaje: bares con sillas afuera, pasillos que ingresan al morro, música, gente. A lo lejos aparece un hombre con una polera donde se lee
The Maze, que significa laberinto. Él nos guiará por el interior de la favela hasta el bar. El ambiente en The Maze podría ser el de un bar de jazz del SoHo. Hay cariocas, turistas que hablan inglés y francés, parejas mixtas, de brasileñas negras y gringos rubios. La casa tiene una arquitectura mediterránea y enredada, con escaleras, varios pisos y balcones con vista a los cerros iluminados. El creador del proyecto, más conocido como “el inglés del bar en la favela”, llegó por primera vez a Brasil hace 30 años. Era un productor de cine, harto de su vida en Londres y deprimido por una separación. Se embarcó con destino América del Sur, y una tarde de Carnaval arribó a Salvador, vio a todos vestidos de blanco, bailando, y supo que se quería quedar ahí. No se lo dijo a nadie, pero el barco se fue sin él.
Se quedó un tiempo hasta que le tocó ir a la guerra del Líbano. “Fue tan duro lo que viví que a la vuelta necesitaba un lugar donde pudiera esconderme de la Humanidad. Así encontré esta favela, hace 28 años”, me dijo antes de una sesión de fotos para una revista italiana.
Cuando llegó a la favela trabajaba como corresponsal para la BBC, descubrió casos de policías corruptos y comenzó una campaña para erradicar el narcotráfico en Tavares Bastos. No fue fácil, y la cercanía del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE), la policía de élite de Río, lo ayudó. Hoy, en el morro Tavares Bastos y en la cercana Pereirão, no se trafica droga ni hay armas. Son favelas limpias o recuperadas, que se usan de escenario para novelas, miniseries y películas de Hollywood, como Hulk. Ahí está el bar de jazz del que todos hablan en Río, que también tiene un hotel y un centro cultural, y trabajan alrededor de 30 personas. Una de ellas es el rastaman que a las tres de la mañana nos guiará de vuelta por las ruas finitas como un spaghetti, hasta la parada de los taxis que se animan a subir.
Excelente historia. El inglés debe ser un personaje de primera. Dan ganas de ir a The Maze y perderse. AbrazoT, lo mejor para el 2010.