A veces me preguntan por qué escribo Viajes Libres. Hay muchas razones, pero este post y esta historia que llegó hace unos días a mi correo es una de ellas.
A Alex Aldama lo conocí en su negocio en Nueva York, el último día de la madre. Hablamos un rato largo ese día y luego tomé algunos apuntes sobre la charla. Pero olvidé el nombre de su madre, y la quería nombrar: Alex me contó que era la mujer más maravillosa que había conocido. Entonces, le escribí preguntándole el nombre de la señora. Y el catalán me respondió la historia que sigue, y al rato me envió esta foto, donde se lo ve con su madre y su hermana Pilar:
«Ignacia, es el nombre de mi madre. Ignacia Anglada Hernández, hija de Ernestina y Alejandro.
Tras la caída de Barcelona, mi abuelo Alejandro fue enviado a un campo de concentración en Francia. Todo fue confiscado. Ignacia con 9 años quedó al cuidado de sus dos hermanos menores, Roque y Carmen.
Amigos de mi abuelo, que habían conseguido evitar la deportación, le daban a Ernestina los sacos de arpillera de la carne congelada argentina, que tantas vidas salvó. Mi abuela hacia alpargatas con ellos.
Empezaron a dedicarse al estraperlo (comercio prohibido): dejaban a Roque y a Carmen al cuidado de unas prostitutas de la calle Robadors, unas mujeres increíbles, auténticas y fuertes. Se escondían en los trenes y en las cercanías de Barcelona, en poblaciones del campo y hacían el trueque: volvían a casa sin alpargatas y con un montón de garbanzos, patatas y, a veces, hasta aceite de oliva.
Pasaron los años y Alejandro volvió con vida, esquelético, enfermo y piojoso hasta la médula. Lo sanaron y los amigos de mi abuelo consiguieron meterle a trabajar de Mozo de Carretilla en el mercado de abastos de Barcelona, El Born. ¿Mozo de carretilla? La gente iba al Born a comprar las frutas y verduras, luego apilaban las cajas en la carretilla y el mozo tiraba de ella hasta el camión que las transportaria a los mercados. De lunes a sabado, sin pausa, veranos e inviernos, desayunándose aún de noche las barretxas (conyac con anis) o carajillos (conayc con café), trabajó y trabajó, y dejó crecer un odio inmenso en su interior por toda la injusticia vivida y murió. Claro está, de cirrosis y profiriendo terribles insultos al sacerdote que intentaba darle la extramaución antes de morir. Un hombre muy guapo y alto que jamás consiguió ver de nuevo la belleza que le rodeaba.
Ignacia, mi madre, conoció a Ángel y tras tontear un poco se acabó. Ella rompió en pedazos una foto de él y se la tiró en la cara. Unos años despues, en el tranvía mi madre notó que le tocaban el culo. Era mi padre que le enseñó la foto rota todita recompuesta y pegadita, y la invito a bailar. A mi madre le encantaba bailar.
Ángel entonces trabajaba de electricista para General Eléctrica Española. Mi abuelo se opuso rotundamente al matrimonio. No obstante se casaron, de gris no de blanco. Con un traje chaqueta y un bouquet de flores. ¡Muy guapos los dos! (Es un extremo jamás confirmado pero yo siempre he creído que mi madre se quedó embarazada a posta para forzar el matrimonio, de ahí el gris.)
Y nació mi hermana Pilar. No fue fácil, vivían con mis abuelos. Aún embarazada mi abuelo les echó de casa y bueno, un montón de barbaridades que de nada sirve ya recordar.
Entonces mi madre vendía fruta y verduras en un puesto calljero en el mercado de Badalona. Mi hermana nació muy chiquita y débil, sin ganas de comer. Mis padres compraban penicilina en el mercado negro para ella y seguían trabajando.
Confiados en que mi madre no podía tener más hijos, la sorpresa llego cinco años mas tarde cuando nací yo: con una cabeza apepinada impresionante y mas de 4 kilos. La comadrona me puso los zapatos de inmediato y le dijo a Ignacia, ¡pero que feo es!
De las fotografías en blanco y negro de aquel entonces lo que más me impresiona es cómo mi madre apilaba en verano las sandías y los melones. Se las tiraban una a una del camión y ella las apilaba en la calle formando una hermosísima piramide. Me acuerdo también de sus delantales, siempre de un blanco inmaculado y con puntillas.
Ángel dejó el trabajo de electricista y empezó como contable en un almacén de El Born (mi padre escribía tan lindo como unas pinceladas de Dalí); mi madre cambió de mercado y no sé como pero tuvo su primer puesto de mercado fijo creo que en Santa Catarina, al otro lado de la Catedral, y luego más tarde otro en el Clot, éste ya con baldosas y todo.
Pilar y yo íbamos a la escuela y seguíamos comiendo, ellos dieron un depósito para la compra de un piso con todos los ahorros que tenían pero resultó ser un fraude y lo perdieron todo. Siguieron trabajando.
Volvimos a vivir en la Barceloneta, en la casa de mis abuelos. En verano, los sábados cuando no teníamos escuela, mi madre nos llamaba aún no amanecido el día y nos llevaba a El Born donde ella compraba las frutas y las verduras. Nos metía en diferentes taxis, cargados hasta donde no se podía más de cestos de mimbre llenos de rojos fresones y nos enviaba al mercado del Clot. El taxista nos descargaba allí y ella llegaba más tarde en otro taxi con con lo que fuera y ahí empezaba el día.
A mí me encantaba meterme bajo la parada (el puesto de mercado se llama así en catalán) y desgranaba guisantes o jugaba con las orugas verdes que encontraba en las lechugas aún mojadas. Oh Dios! cuántos recuerdos se acumulan en la piel con el paso del tiempo.
Pilar se casó con un hombre, de corazón noble con el que aún sigue, Miguel. Tuvo dos hermosas hijas, ahora ya mujeres.
Mis padres se trasladaron (yo con ellos al principio) a Cerdanyola del Valles, una ciudad dormitorio cerca de Barcelona. Esa fue ya la última residencia de ambos. Un piso comprado y pagado a plazos de 250 pesetas mensuales enfrente de una pineda. Mi madre siguió trabajando en el mercado de Cerdanyola con sus frutas y verduras. Yo cumplí el obligado servicio militar en la marina y despues de ello me emancipé.
Aquella noche yo casi había acabado de preparar la cena, celebrabamos el aniversario de mi amiga Pilar. Alguien contesto el telefono y me llamó: mi hermana estaba al otro lado, descompuesta con voz asustada. No hubo celebracion aquella noche. Mi pobre amiga Pilar se quedó sin cena.
Ignacia tuvo un ataque al corazón despues de ducharse. Cayó al suelo y su cuerpo atrancó la puerta. Angel intentó e intentó abrir la puerta. La ambulancia gritaba con sus sirenas de camino a casa. Es curioso, al mismo tiempo que el cuerpo de mi madre permanecía inmóvil en el suelo todos los demás corríamos: la ambulancia, mi padre de un lugar a otro pidiendo ayuda a los vecinos, yo dejando mi casa en Barcelona, mi hermana haciendo lo mismo…
Se negó a morir de inmediato, la conectaron a un monton de tubos y máquinas. Era la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital de Sabadell. Mi madre estuvo cuidada por unas gentes maravillosas esos cuatro dias. Fue demasiado fuerte e intenso para mi padre y mi hermana. Yo me pasaba horas con ella y le pedía, le suplicaba, le grité que volviera. Le dije una y otra vez lo mucho que la queria (las lagrimas asoman ahora de nuevo en mis ojos). Recuerdo que sus párpados se abrían una y otra vez (me explicaron que era «sencillamente» fruto de espasmos), le pusieron una cinta adhesiva en los ojos para que no se abrieran y fue entonces cuando el médico, lo recuerdo jovencísimo y muy delicado al hablar me dijo la verdad. Sí, le pedi que desconectara a mi madre de aquellos infernales tubos y maquinas innecesarias.
LLovía a mares, de verdad, ¡cómo llovia! cuando dejé el hospital.
La Iglesia se llenó hasta los topes, yo ni tan siquiera sé quiénes eran más de la mitad de esas gentes,
Y en silenciosa ceremonia, la llevamos a su ultima morada.
Esto sucedió hace ya mucho, mucho tiempo. Mi madre murió joven. Yo la «deje ir» recientemente. Al final la deje ir: desde entonces sólo recuerdo lo hermoso, sólo recuerdo la belleza de tantos y tantos momentos: su risa, su generosidad con los demás, su fuerza ante la adversidad cotidiana, sus abrazos y besos a mi hermana y a mí, cuando se adormilaba en el sofá cansada del trabajo de la semana y de repente se despertaba, su alegría inmesurable con el nacimiento de Olaya su primera nieta, su orgullo de madre, las conversaciones que tuvimos los dos cuando ella tuvo la menopausia -cómo de repente se abrió como mujer a mí y se convirtió en una amiga además de madre, compartiendo secretos y privacidades conmigo-, y recuerdo su piel, fresca y brillante, sin arrugas, con una luminosidad muy particular.
Ese es el nombre de mi madre, Ignacia. El de mi padre es Angel. El de mi hermana Pilar y el mio Alex.
Podrían ser otros completamente distintos, que más da. No son más que nombres.
Es el corazón, no el nombre, quien nos da una personalidad propia y única, es el corazón quien nos diferencia, nos distingue los unos de los otros, nos agrupa en sólo dos categorias reconocibles, las buenas y las malas gentes… y el corazón de Ignacia era grande, grandísimo, lleno de sangre y rayos de sol, con latidos fuertes, sonoros, musicales, era un corazón donde anidaba un jardín de dalias y amapolas y rosas con espinas, y un rio grande de aguas claras… a veces aun me parece oirlo.
Hola Profe, junto con saludarla desde Chile, le dejo un comentario sobre este post.
Que emotivo es recodar tan vivamente lo que a muchos nos tocó o tocará vivir de una u otra forma en algún momento. Y que importante es que aquellas personas que quizas son desconocidas tengan a la mano un medio como viajeslibres para expresar sus emociones. Saludos y que todo esté bien.
me encanto esta historia pues yo tampoco tengo a mis padres que gracias a sus sacrificios y a su amor yo y mis hijos somos lo que somos y llevamos unos recuerdos gratos en el corazon a mi tambien me gusta mucho escribir pero nadie lo sabe
Hola,me llamo Montse y soy una prima hermana de Alex,(hija de Roque,hermano de su madre)me ha emocionado muchisimo encontrar a mi primo ya qu hace muchos años que no se nada de el(desde el entierra de mi tia Ignacia)menos mal que tengo que escribir porque estoy tan emocionada que en este momento no podria hablar,yo te agradeceria que de alguna manera me ayudaras a ponerme en contacto con él,mi familia se ha dispersado muchisimo y no se como hacerlo,muchas gracias de antemano.
Un relato precioso. Un viaje al tiempo y las emociones.
Hola,soy ferran soy primo de alex(hijo de Rosa,hermana de su padre). Yo he tenido la suerte de poder hablar con Alex, hace un par de años, y ahora no se nada de él.Por desgracia perdi su numero de telefono. El relato me ha puesto la piel de gallina, soy bastante mas joven que Alex pero mi mente se ha llenado de muy buenos recuerdos de la infancia y de las historias que explicaban los mayores. muchas gracias