El ónmibus llegó a Villa Pehuenia desde Neuquén capital. Traía pasajeros locales, que compraron allá mercaderías que cuestan mucho menos que en los parajes alejados donde ellos viven.
En la parada, los remises esperaban para trasladar a los paisanos hasta sus casas en las montañas.
Después de acomodar todo en la caja del Falcon modelo 95, don Almeida se subió al auto, bajó la ventanilla y encendió un cigarrillo negro.
– Adónde vamos, maestro? -le preguntó el remisero, que no era de la zona.
– A mi casa -le dijo el paisano.
El remisero necesitó volver a preguntar porque además de forastero, era nuevo:
– ¿Y dónde vive? -le preguntó el remisero mirándolo por el espejo retrovisor
– Allá arriba -le dijo el paisano mirando hacia la montaña.
El remisero tuvo que volver a preguntar varias veces. A don Almeida y a otros paisanos que llevó durante su etapa de remisero. Así fue conociendo todas las casas y los diferentes matices «allá arriba», imperceptibles para el recién llegado. Como el blanco para los esquimales, aquí en Villa Pehuenia «allá arriba» puede ser en tantos sitios diferentes.
Después de un tiempo, el remisero de este post se volvió un conocedor y dejó el remís para convertirse en guía de turismo. Cuándo le preguntan dónde estudió, él responde que en el Falcon modelo 95.