En la última Patagonia, en la Patagonia lejana, solitaria y de rutas de tierra, las estaciones de servicio son más que un lugar para cargar combustible.
Son un psicólogo en viaje. Porque después de varias horas en el auto, uno necesita hablar, escuchar, mirar a alguien. Por eso las paradas no duran lo que tarda en llenarse el tanque. Duran, por lo menos, cuarenta minutos, una sesión.
Claudia y el Ruso atienden desde hace algunos meses la gasolinera de Tres Lagos. Aunque nadie aguanta mucho en un sitio tan remoto, la pareja está entusiasmada. Paran viajeros de muchos lugares del mundo que recorren la ruta 40, y aunque la mayoría no habla español y ellos no saben otro idioma, se comunican bien.
Quizás para fomentar el intercambio, Claudia y el Ruso empezaron a coleccionar billetes extranjeros. Los guardan en una caja de zapatos y ya tienen una buena muestra de los cinco continentes.
Una noche oscura, paramos tarde a cargar combustible en Tres Lagos. Todavía faltaban 100 kilómetros de tierra y piedras, y nadie tenía muchas ganas de hablar. Por eso, los primeros minutos transcurrieron en silencio. Hasta que alguien preguntó por los billetes que se veían debajo del vidrio del mostrador. Entonces, Claudia se encendió, hizo un recorrido por China, Sudáfrica, Australia, Myanmar y señaló su pequeño tesoro: «¿Ven ese del medio, el azul? ¡Vale cien trillones de dólares!», y agregó que era el billete con la denominación más alta que existe.
Un dólar de Zimbawe, el país con más inflación del mundo, gobernado hace casi 40 años por Robert Mugabe, un hombre que convirtió a los habitantes en millonarios con hambre. Mientras él es millonario en Suiza. Me recordó a cuando viajé por allá, con mucho calor y cortes de energía todos los días. Recuerdo la vez que cambié 100 dólares, me dieron tantos billetes que no sabía dónde guardarlos. No entraban en la billera ni en la riñonera. Uno se sentía que había robado un banco.
El billete de 100 trillones apareció hace un año y en ese momento era equivalente a 31 dólares. Hace un rato traté de usar un conversor de divisas pero no aceptaba los 14 ceros. Pero probablemente, hoy cien trillones de dólares apenas alcancen para comprar el pan del día.
Volviendo a la Patagonia, a Tres Lagos, a la estepa, mientras el viajero descansa de la ruta, toma un café (de máquina de oficina) y compra alguna galletita (de paquete) puede cambiar billetes con los encargados de la gasolinera. Como se cambiaban las figuritas en época escolar. Muchos se exponen en el mostrador, los que no entran van a la caja de zapatos.
Carolina, muy interesante, hace un tiempo escribi sobre el tema: Cuando tu dinero no vale nada: http://www.peoplecnc.com/blog/2007/02/20/cuando-tu-dinero-no-vale-nada/
Algun visitaré la gasolinera…
para dejar los 1000 colones costarricenses.